Renovar lo viejo
Una vez arrancado formalmente el maratón social, cultural, comercial y consumista denominado “Lupe-Reyes”, entramos de lleno a la última fase del año en el que ocurren muchas cosas en el inconsciente individual y el colectivo.
El término de un segundo año consecutivo inmersos aún en una pandemia que nos ha cambiado la vida, sin duda presenta en esta recta final del 2021 una gran cantidad de efectos directos e indirectos por la nueva normalidad que nos invade a los seres humanos del primer cuarto del siglo XXI.
El pago del aguinaldo que ha sido ganado durante todo el año y que en muchas ocasiones ya se debe, en medio de campañas de mercadotecnia y consumismo que invitan a gastarlo de manera irracional o a seguir endeudándose; la incertidumbre financiera del 2022 combinada con la próxima cuesta de enero; el temor ante la continuación de la pandemia y sus consecuencias directas e indirectas; la nostalgia natural de la época y, otros factores, destacan entre los que acompañan los tiempos festivos de una de las temporadas más esperadas.
Además de tratar de vivir unas fiestas en paz y en armonía, estas últimas tres semanas invitan a que podamos hacer diversos rituales que nos permitan cerrar de la mejor manera el año y prepararnos de forma óptima para el que está por iniciar.
Hace algunas semanas invitamos en este mismo espacio a un ejercicio de gratitud para los últimos 40 días del año, incluyendo aquellos eventos que a la vista de los seres humanos nos parecen incomprensibles, como una forma de conectar con la aceptación y la energía positiva que nos rodea.
En esta ocasión y adelantándonos a rituales que parecen exclusivos del 30 y 31 de diciembre, nos parece que cuando restan 19 días de este 2021 tenemos tiempo suficiente para comenzar a renovar todo lo viejo que ya no nos sirve, comenzando por deshacernos de ello, en el terreno material, emocional y de nuestras relaciones.
Abrir espacios para que llegue lo nuevo siempre es una práctica espiritual que nos prepara para los tiempos porvenir.
Desde la tradicional limpieza de nuestros guardarropas y cajones, hasta el cierre de ciclos de aquellas relaciones que ya no están en nuestras vidas, la renovación siempre implica esfuerzos de poder despedirse de todo aquello que quizás aún tenemos y ya no usamos o necesitamos con nosotros.
“Nadie corta un trozo de vestido nuevo para arreglar uno viejo… ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos”, dicen los versículos bíblicos que con sabiduría nos pintan una parábola de renovación.
Sin ir muy lejos, hoy, cada uno de nosotros, somos muy diferentes de quienes éramos hace cinco, 10 o 20 años y sobre todo en un planeta que ha cambiado vertiginosamente en los últimos dos años.
Siempre cada uno de nosotros estamos en ciclos vitales cambiantes y evolucionamos de manera continua, por lo que, despojarnos de lo que ya no nos define, ya no somos, ya no usamos o ya no necesitamos, nos aligera la carga para seguir el viaje.
Ser mujeres y hombres nuevos parece una utopía pero es una realidad a nuestro alcance si tan solo nos hacemos responsables de nosotros mismos y de construir nuestras mejores versiones en cada aspecto de nuestras vidas.
Evidentemente esto requiere renuncia, despojo y desapego de lo que ya no es nuestro o ya no nos sirve, incluyendo conductas, pensamientos y hasta la forma de sentir o de actuar ante lo nuevo que hoy vivimos.
Es muy fácil quedarnos mejor sin hacer nada o permanecer en la zona de confort o en aquellos esquemas que ya no funcionan, pero que nos aferramos a ellos con argumentos como que siempre lo hemos hecho igual, que nunca pensamos que pudiera ser diferente, que no nos preparamos para cambiar o que nos cuesta mucho trabajo romper modelos disfuncionales aunque ya incluso nos estén dañando.
Como cambiarse de casa y querer poner los mismos tapices, cortinas y alfombras de la anterior aunque no queden, o traérselas y guardarlas en una bodega porque hicimos un pacto de que así sería siempre.
¿Qué nos falta para darnos valor y hacernos responsables de lo que hoy somos y vivirnos completamente renovados?
Si tirar unos calcetines a la basura a veces resulta difícil, imaginemos cambiar actitudes, pensamientos, conductas y patrones, para aceptar una realidad que hoy es muy diferente incluso a la de hace uno o dos años.
Quizás este cierre de año nos brinde una oportunidad para trabajar en ello y despedirnos de lo que ya no existe o ya no funciona, aunque nos aferremos a ello.
Démosle entonces la bienvenida a lo nuevo igual que nuevo será en unas semanas el 2022.
Omar Cervantes, Opinión tomada de milenio.com
Añadir comentario